La batalla de las comidas



La batalla de las comidas

"Cada niño come y comerá lo justo y necesario para satisfacer sus propias necesidades".
Ponemos nuestra mejor voluntad para proporcionarle la alimentación que precisa, pero su respuesta no siempre es positiva y a veces llegamos a situaciones en las que es difícil mantener la calma. Te ofrecemos una serie de claves para que no haya vencedores ni vencidos.
TRUCOS PARA QUE NO PIERDAS LOS NERVIOS Y TENGAS LA FIESTA EN PAZ
En cuanto llega la hora de comer, la familia entera se embarca a menudo en una desdichada batalla que se repite día tras día. Algunas madres se quejan de que su hijo es caprichoso o no come nada, se pasan una hora dándole de comer y aseguran que lo han intentado todo: contarle cuentos, entretenerle con la TV o con muñecos, incluso han recurrido a premios y castigos, pero el problema continúa.
Otras, en cambio, aseguran que su hijo se pasa todo el día comiendo, picando entre horas y tomando dulces, y no saben cómo evitarlo porque, aunque le riñan o se lo prohíban, no hace caso de nada.
Coman o no coman, el conflicto parece inevitable y permanente. Pero ¿a qué se debe?, ¿puede evitarse? Y, si es así, ¿cómo hacerlo desaparecer...?
Llega la crisis
Alimentarse es una necesidad biológica. El niño ya nace con el instinto de succión adaptado a su primera forma de alimentación. Pero en el plano psicológico, el momento de la toma es el primer vínculo que se establece con la madre que le da el pecho o el biberón, y está sujeto a fluctuaciones que pueden dar lugar a momentos de crisis que pueden convertirse con facilidad en una fuente de angustia. Por ejemplo, es difícil no tomar como una cosa personal el rechazo del bebé a la leche que se le ofrece. Éste puede ser el primer desconcierto.
Llamar la atención
Además, el niño descubre enseguida que si rechaza la comida o se vuelve testarudo, consigue llamar la atención de sus padres y recibe más cuidados. Con lo cual, si esta situación se repite, se irá volviendo caprichoso y exigente. Es como si te dijera: “Comeré, pero lo haré despacio y así estarás más conmigo” o “soy más terco que tú y no me obligarás a comer, al menos que me prepares lo que yo quiero o me conectes la TV”.
Piensa que tú no debes ceder siempre para satisfacer sus caprichos ni tampoco andar peleándote en cada comida. Es un gasto de energía inútil, así que procura no entrar en su juego. Todos los cambios pueden repercutir en el terreno de las comidas. A veces se produce una crisis después del destete, no sólo por lo que ese momento supone psicológicamente para el pequeño, sino también porque a veces a nosotras mismas nos es difícil dar el paso y hay cosas que no tenemos en cuenta:
* Sigue siendo un bebé y queremos que coma más deprisa de lo que puede.
* Puede que introduzcamos demasiado rápido alimentos distintos a los que ya está acostumbrado.
* El niño necesita un ambiente sosegado, sin demasiado ruido ni agitación en su entorno.
Otras situaciones también suponen un cambio importante en la vida del niño y, por lo tanto, pueden alterar o afectar a su alimentación. Por ejemplo, la entrada en EL JARDÍN INFANTIL, la llegada de un hermanito, la ausencia del padre o de la madre, las vacaciones o un cambio reciente de domicilio.
Estas crisis pasajeras no tienen demasiada importancia y los problemas suelen desaparecer en cuanto el niño se habitúa a los cambios. Pero, casi con toda probabilidad, persistirán si la madre o las personas que atienden al niño se angustian ante la falta de apetito circunstancial y toman una actitud suplicante o autoritaria.
Cuando vamos a un restaurante no es habitual que todos los comensales decidan pedir el mismo menú. Al igual que los adultos, los niños tienen sus preferencias. Unos comerán todo lo que les den, y otros serán más sibaritas. Lo importante es que sigan una dieta equilibrada. Hay que respetar sus gustos y no obsesionarse con las cantidades, teniendo siempre en cuenta que no se puede obligar a un niño a comer lo que no quiere. Lo único que conseguirás en este caso es que eternicen sus comidas, que escupa o que vomite creándose un estado generalizado de nervios y de crispación. Sabemos que a veces es difícil, pero conviene que adoptes siempre una actitud de calma y tranquilidad.
“YO SOLO, MAMÁ”
Tu hijo no sólo quiere comer, sino que desea hacerse independiente. Cambia su apetito y sus gustos y quiere hacer las cosas por sí mismo. Así que no interfieras demasiado. Déjale ensuciarse y toquetear, poco a poco irá aprendiendo a utilizar los cubiertos.
¿Y SI TIRA LA COMIDA...?
Sentados en sus sillas, como si fueran pequeños reyes, algunos niños se dedican a manosear la comida y a lanzarla fuera del plato. Puede ser que no les guste o no tengan hambre, pero no es una provocación. Es sólo una forma de investigar, jugar y conocer las cosas.
Lo que no hay que hacer
· No le fuerces a comer. No hay ningún alimento indispensable que no puedas sustituir por otro.
· No le presentes el mismo plato que rechazó el día anterior. Espera unos días para que vaya olvidando lo que es un mal recuerdo para él.
· No le ofrezcas demasiadas comidas nuevas a la vez. Dale tiempo para que pueda acostumbrarse a los nuevos sabores.
· No aparentes prisa cuando le das de comer, ni intentes que coma más rápido de lo que puede. Cada persona tiene un ritmo propio que hay que respetar.
· No lo amenaces ni lo castigues a causa de la comida.
· No le digas que es bueno si come y malo si no come, o que papá y mamá estarán contentos si lo hace. Eso le da la posibilidad de fastidiar o coaccionarlos cuando le interese y la utilizará.
· No compares lo que come tu hijo con lo que comen otros. La cantidad que cada uno necesita depende de muchos factores.
· No insistas en que se acabe las dos últimas cucharadas cuando ves que ya no puede más.
· No le pongas la comida en la boca inadvertidamente cuando la tenga abierta, si él ya te ha dado muestras de que no está dispuesto a comer.
· No insistas si sabes que tiene más sueño que hambre. Sólo conseguirás que tome un berrinche y acaben él y tú llenos de papilla.
Estrategias para el éxito
· Reduce la cantidad de comida en los platos. Pon cantidades ajustadas a sus necesidades.
· Intenta que la comida sea algo divertido y relajado en lugar de una batalla con vencedores y vencidos.
· Permítele comer solo en cuanto te lo pida, aunque se manche y lo ensucie todo. Recuerda que a veces también te pedirá que le ayudes, ya que sus posibilidades están limitadas al principio porque no sabe coger ni utilizar bien los cubiertos.
· Para ayudarle a comer dale instrumentos cómodos: una cuchara de mango corto, ancho y recto; una taza con dos asas o una larga y ancha, una mesa a su altura, y una silla cómoda.
· Acepta que juegue un poco con la comida.
· Ten en cuenta que las buenas formas en la mesa se van aprendiendo poco a poco. Nadie nace enseñado.
· Cuando le ofrezcas un nuevo alimento, déjale que exprese libremente si es de su agrado. Si no le gusta, mézclalo con otros que den mejor sabor.
· Varía el aspecto de las comidas. La monotonía es muy aburrida. A nadie le gusta comer siempre lo mismo o con la misma presentación.
· No te sientas obligada a cocinar lo que le gusta si rechaza lo que le has preparado.
· Si devuelve o vomita para que le des otra cosa, no dejes que te coaccione y trata de no parecer molesta.

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